AGARROTADA
cortas,
cortas hasta casi estar tullidas
hacen sin embargo una enorme sombra
frente a mis ojos
sobre mis pupilas,
cayendo como una viscosidad sobre mis párpados
para impedirme el paso,
el paso de la luz, de las cosas,
de las vistas.
Sombras,
alargadas como un personaje del Greco,
estiradas, agrias,
aunque casi nunca amargas
porque yo misma las busco
y las encuentro.
Mis párpados,
pesados como una manta indomable
que te fastidia una mañana
sin fuerzas para hacer la cama.
Grandes como las sàbanas
con las que arropo mi cuerpo y me encorseto
envuelta en mis propios párpados,
atada con los mancos hilos
de mis ridículas pestañas
que me tapan con sus ramas de pelo
el sueño.
Mis dedos,
hartos de teclear palabras,
de hipnotizar mi propio seso
con estúpidas noticias
que ni tan siquiera yo me creo.
Mis manos,
sólo son el soporte de este teclear contínuo,
que me entumece los dígitos
y me araña el cerebro.
Mis pies,
sin dedos, sin talones, sin empeine,
son un cúmulo de carne redonda
que me impide hacer estravagancias
como tocarme la nariz con el pulgar
o encajarse entre mis piernas
para hacer yoga.
Mis dientes,
siempre incomplacientes,
son lo único que tengo en movimiento
y que quisiera tener quieto.
Mis caderas,
espesas e incompletas
han de desencajarse en cada paso
de las carnes que aprietan
para poder chirriar un contorneo.
Mis ojos,
detrás de mis pestañas
como una casa vieja rellena sus huecos de polvo
acumulan legañas
con los años.
Mis cuerpo,
como un ordenador antiguo
se va quedando obsoleto
repleto de comida
con la que olvido mis días
de incontenible espera
y engordo mis miedos
para que exploten
para meterme incinerada en un bote
y dormir en mi cubeta
en un instante interminable del tiempo.
4 comentarios
elborde -
elborde -
belen -
silvia -
pero con todo lo que dices...no entiendo muy bien lo de la casa
:)